1.- ¿Por qué te gusta leer?
Uff. Esa es una buena pregunta; y una para la que no
tengo una respuesta clara. Es la típica pregunta para la que hay un número casi
infinito de respuestas, todas ellas perfectamente válidas y, a su vez,
perfectamente incompletas.
En mi caso, y supongo que en el de muchos otros, ya no es
cuestión de gustar o no gustar: es cuestión de incapacidad de vivir sin un
libro delante de las narices. Se ha convertido en una actividad que tengo tan
asimilada como el respirar, el andar, el comer, o el ir al baño. Necesito, casi
de forma física, tener un libro entre las manos, sumergirme en ese mar de
letras, sin pensar a que remotos lugares me va a llevar en cada ocasión.
2.- ¿Recuerdas cuál fue el primer libro que leíste?
Recuerdo que empecé a leer de muy, muy, muy pequeñito;
tan pequeñito que mi madre tuvo que echarle una pequeña bronca a la señora que
cuidaba de mí en la guardería, ya que pensaba que un niño de apenas tres años
debería estar haciendo cosas más acordes a su edad que leyendo todo cartel,
anuncio o letra impresa que caía en sus manos. Obviamente, la buena mujer no
tuvo nada que ver en mi obsesión lectora, pero eso es otra historia que no
viene al caso ahora.
No podría afirmar con total seguridad cual fue EL PRIMER
LIBRO (dicho así con mayúsculas suena mucho más importante de lo que realmente
es, ¿verdad?), aunque sí recuerdo cuales fueron los primeros. Podríamos decir
que el inicio de mi vida como lector estuvo indisolublemente unido, como tantos
y tantos niños de mi generación, a la colección de libros de El Barco de Vapor;
y, en concreto, tengo un enorme recuerdo de uno de los títulos de la colección,
así que…sí, por qué no, dejemos que sea “Caramelos de Menta”, de Carmen
Vázquez-Vigo, mi primer libro. Sin olvidar, eso sí, otros títulos que fueron
parte primordial de mi infancia: “Aniceto el Vencecanguelos”, “Fray Perico y su
Borrico”, “Charley Malarkey y la máquina robaombligos”, “El paquete
misterioso”, y un larguísimo etcétera…
3.- ¿Cuál es tu libro favorito?
Vaya, otra pregunta peliaguda. Es imposible elegir un
solo libro, y posiblemente dicha elección sería distinta, en un número
infinito, según en qué momento de mi vida se me hiciese esta pregunta. No
obstante, hay que mojarse ante las preguntas “difíciles”, así que ahí van dos
de los libros que considero fundamentales en mi vida: por un lado, “Crimen y
castigo”, de Dostoievski, libro que, sin ningún tipo de dudas, me convirtió de
forma plena en lector, y que supuso una tremenda bofetada para el chaval de 14
años que yo era entonces, haciéndome ver que el mundo no puede cuantificarse en
una escala de puros blancos y negros, y que supuso mi primer contacto con la
maravillosa literatura rusa. Y, por otro lado, tengo que mencionar “El nombre
de la rosa”, de Umberto Eco; posiblemente el libro que más veces he leído en mi
vida; y, sí, he dicho leído, y no releído. Y es que me fascinó en su momento, y
me sigue fascinando ahora, cómo el señor Eco consiguió escribir una “novela”
con tantas, tantas, y tantas capas, que consigue ser distinta, o por lo menos a
mí me lo parece, cada vez que la abordamos.
Pero, como he dicho antes, sería imposible acabar de
hablar de mi libro favorito sin mencionar, aunque sólo sea de pasada, algunos
de los muchos que me han ido marcando a lo largo de los años. Apuntaré unos
pocos títulos, ya que la lista podría llegar a ser, como ocurre siempre en
estos casos, del todo interminable: “He aquí el hombre”, de Michael Moorcock;
“En busca del tiempo perdido”, de Marcel Proust, “Los Demonios”, de Hemitio von
Doderer; etc.
4.- ¿Y tu momento favorito para leer?
La verdad es que no tengo un momento que considere
“especial” para sumergirme en un libro; cualquier hora del día es buena para
ponerme a leer. También es cierto que, a media mañana, con algo para picar y
una buena copa de vino, sentadete en mi sofá, parece que apetece más ponerse a
leer, ¿no creéis?
5.- Descríbenos tu rincón de lectura.
¡¡¡El mundo es mi rincón de lectura!!! Jajajaja. Bromas aparte, leo en cualquier sitio; no necesito un lugar concreto para ponerme a devorar páginas y más páginas: transporte público, parques, salas de espera, cuartos de baño (se me han llegado a dormir las piernas por leer demasiado mientras….pero no, eso mejor no lo cuento, que es un poco escatológico). Suelo leer mucho en casa, en mi salón, que es un rincón que tiene mucha luz natural, lo cual prefiero a tener que leer con luz artificial, la verdad. Es curioso, pero creo que el único sitio en el que no me “gusta”, y pónganse aquí todas las comillas que se consideren necesarias, es en la cama…
¡¡¡El mundo es mi rincón de lectura!!! Jajajaja. Bromas aparte, leo en cualquier sitio; no necesito un lugar concreto para ponerme a devorar páginas y más páginas: transporte público, parques, salas de espera, cuartos de baño (se me han llegado a dormir las piernas por leer demasiado mientras….pero no, eso mejor no lo cuento, que es un poco escatológico). Suelo leer mucho en casa, en mi salón, que es un rincón que tiene mucha luz natural, lo cual prefiero a tener que leer con luz artificial, la verdad. Es curioso, pero creo que el único sitio en el que no me “gusta”, y pónganse aquí todas las comillas que se consideren necesarias, es en la cama…
6.- ¿Nos recomiendas un libro infantil?
Hmmm. Veamos…siempre que me piden que recomiende un libro
infantil/juvenil, me sale de forma instintiva el “Momo”, de Michael Ende,
maravilla de libro que todo niño debería leer, por lo menos, una vez en su
vida. Sin embargo, el otro día estaba colocando unas cajas en el trastero y, de
repente, apareció uno de los libros que me leí cuando era un chavalín: “El río
de los castores”, de Fernando Martínez Gil. Una bonita, y triste, aventura de
tintes ecologistas, protagonizada por Moi, un valiente castor, que intenta
salvar al Gran Río de una extraña enfermedad que lo aflige.
A modo de biografía
Cuentan las malas
lenguas que vine al mundo, concretamente a Madrid, en algún momento del 20 de
septiembre de 1977, pero yo, de eso, como que no me acuerdo mucho. Ya desde pequeñito, mis padres y familiares se percataron
de que un niño muy, muy normal, pues como que no era: mientras que todos mis
amiguitos de la guardería (y después del colegio) estaban más que interesados
en dar patadas a todo aquello que tuviese una mínima forma esférica, yo, por el
contrario, centraba mi atención en todo aquello que pudiese ser visto o leído:
comics (en aquella época todavía se llamaban “tebeos”), libros
infantiles/juveniles, series de televisión, películas, y un larguísimo
etcétera. Con el tiempo estas aficiones se fueron afianzando, y
muchas otras se fueron añadiendo, convirtiéndome en el barbudo multifunción que
soy hoy en día. Y es que, soy de la opinión que, en lo referente a la cultura,
¿para qué tener un vicio si los puedes tener todos? Y así me va: literatura,
comics, cine, animación, juegos de mesa, de rol, de ordenador…y suma y sigue.
¡Ah, sí! Y también trabajo, como técnico de metrología, en una empresa de
hidrocarburos. No es un trabajo muy glamuroso, pero me permite pagarme mis
vicios lúdico-lectores, y vivir relajadamente.
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